martes, 31 de marzo de 2009

Momentos de aeropuerto

El domingo tuve otro de esos gloriosos momentos de aeropuerto. Me encantan los aeropuertos, cuando llegas con antelación o tienes una escala relativamente larga. Son momentos que me producen una sensación de relajación y disfrute como pocos.



En cuanto paso el arco de seguridad llega ese lapso en que el tiempo es mío y sólo mío. Sin nada qué hacer ni nada en que pensar, sin preocupaciones. Pausadamente me permito el lujo de vagar por las tiendas de la terminal en busca de la librería. Paseo la vista lentamente entre las novedades editoriales de bolsillo, recreándome en cada una de ellas, dejándome llevar por las reseñas de las contraportadas, por los comentarios siempre estupendos del libro que tengo entre manos.


Ayer, afortunadamente, encontré un libro que me interesó. Lo miré, lo remiré, leí párrafos al azar y finalmente lo compré. Y con mi pequeño tesoro bajo el brazo me dirijí hacia la puerta de embarque.


De camino le eché un ojo a la cafetería que me pareció demasiado atestada de gente, terminal demasiado grande o cafetería demasiado pequeña? Da lo mismo, no encontré el hueco en la cafetería que me permitiera disfrutar de mi anhelado momento de lectura. El libro que acababa de comprar y el que llevaba en el bolso me llamaban al unísono.


Al final me decidí por un par de asientos libres cerca de mi puerta de embarque. Uno para los trastos, otro para mí. Abrí mi libro, el que ya llevaba en el bolso, en el vuelo de ida me había leído más de la mitad de él así que decidí terminarlo. Y esperé plácidamente hasta que llamaron para embarcar a los viajeros de mi vuelo, dejé que la cola se formara y se vaciara, me levanté y esta vez sí, me apresuré a llegar a mi asiento (ventanilla), volví a abrir el libro y continué leyendo.


Estos momentos de aeropuerto me dejan en un estado de ánimo tal que poco me importaron las patadas de la niña del asiento de atrás, ni las conversaciones entre madre que se resiste a darse cuenta que se hace mayor y pretende ser amiga de su hijo de veintipocos...

Llegué a mi destino cansada, como siempre después de un viaje, pero serena y feliz después de uno de mis fenomenales momentos de aeropuerto.

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